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En una personalidad femenina de nuestros tiempos como es Uma Thurman han convivido a lo largo de sus primeros decenios en el medio cinematográfico dos modelos interpretativos que, por regla general, podrían ser excluyentes, pero que en su caso se adivinan como complementarios y que ha compaginado con cierta solvencia. En primer lugar, su integración en propuestas de corte independiente en las que se presume como uno de los elementos femeninos dinamizadores de la función, en ocasiones canalizadora de una carga erótica evidente --Donde está el corazón, Henry & June, en el rol de partenaire del escritor Henry Miller, Las chicas también se deprimen, Pulp Fiction, Beautiful Girls, La verdad sobre perros y gatos, etc.-- . Pero ha sido una dinámica intermitente que ha tratado de contrarrestar con una firme voluntad de participación en aquellas producciones de corte histórico que otorgan un valor añadido, un signo de qualité para cualquier intérprete que se precie, ataviada para la ocasión con trajes de época que recubren su esbelta figura, en perfecta sincronización con un rostro pálido y magnético al mismo tiempo (Las aventuras del Barón Munchausen, Las amistades peligrosas, Henry & June, Los miserables, Vatel, La copa dorada). Consciente de este doble recorrido por el que transita su singladura cinematográfica, Uma Thurman ha sabido dosificar su potencial erótico --acaso sus recreaciones de Poison Ivy/Doctora Pamela Isley y Emma Peel en Batman & Robin y Los vengadores serían sus muestras más paradigmáticas en este sentido-- y su inclusión en un cine de vocación independiente que la había proyectado a sus más altas cotas de popularidad entre un público juvenil con su performance de la enigmática Mia Wallace en Pulp Fiction. Aunque sin el respaldo incondicional de la que se había hecho acreedora a partir de Las amistades peligrosas --en una notable recreación de Cécile de Volanges que serviría de espejo para futuras interpretaciones desarrolladas en un contexto histórico perfectamente definido-- y, sobre todo, Pulp Fiction, Uma Thurman ha condicionado su futuro profesional en los últimos tiempos a la asimilación de proyectos en común con su segundo esposo, el asimismo actor Ethan Hawke. Prácticamente coincidentes en el tiempo sus respectivos debuts en la gran pantalla --a finales de los ochenta-- Hawke y Thurman compartieron cabecera de casting en Gattaca, un soberbio ejercicio de recreación de un futuro próximo --el controlado por las grandes corporaciones de biotecnología-- que, a la espera de reivindicarse como un título de culto indispensable de la última década del siglo XX, se presupone como el punto de partida de una colaboración que tiene visos de prolongarse a medio plazo a raíz de su reencuentro en los platós con el rodaje de Chelsea Walls, la ópera prima de Ethan Hawke. Se trata de una producción con una clara lectura experimental, que mezcla personalidades habituales del emblemático hotel neoyorquino, entre las cuales figura el finado William S. Burroughs, guest star no acreditada en Ellas también se deprimen, que asimismo supuso la aparición de Uma Thurman en pantalla previa a su eventual consagración con Pulp Fiction. |